A veces, puedes notar que, aunque las riegues con suficiente frecuencia, empiezan a secarse. Si ves que las flores empiezan a marchitarse y no hay suficiente agua, puede que el problema esté en el recipiente donde están plantadas. Elige uno más grande si éste es el caso. Compra una maceta que drene fácilmente. Tendrás que mezclarla con la tierra adecuada y arena limpia para que absorba más agua con más facilidad. La tierra demasiado húmeda no irá bien con las raíces. Como esta especie es epífita, no soportará las raíces empapadas, ya que absorbe el agua y los nutrientes del aire. Es mejor asegurarse de que haya un drenaje adecuado para evitar infecciones fúngicas. Cuando notes que el cactus está mustio, puedes trasladarlo o trasplantarlo a tierra fresca. Remueve suavemente la tierra en la medida de lo posible y mantenla uniformemente húmeda. Rocía el cactus con frecuencia siempre que sea posible. Cuando las flores hayan terminado de florecer, es posible que quieras reducir el riego hasta que veas que aparecen nuevos brotes. Cuando la tierra se seque demasiado, los capullos empezarán a caerse, por lo que conviene añadir un poco de agua, pero no demasiada. A veces, el riego insuficiente, seguido del riego excesivo que muchos propietarios hacen para compensar, es bastante común. Estos cactus se consideran suculentas. La falta de agua no se nota hasta que todo es demasiado tarde. Muestran que hay problemas cuando empiezan a caerse y marchitarse. El bienintencionado propietario de la planta les dará cantidades masivas de agua. Aquí es donde las raíces se desecan. Se secan tanto que no pueden absorber el exceso de agua. El resultado serán plantas encharcadas, y las raíces restantes pueden pudrirse. Si observa algunos signos de marchitamiento o encharcamiento, puede intentar devolver la vida a la especie con riegos regulares y frecuentes. Sin embargo, asegúrate de que no sea un diluvio, así darás al cactus la oportunidad de regenerarse y recuperar sus raíces.